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domingo, 23 de marzo de 2014

ALMAS PERDIDAS. Capítulo 3: El Charro Negro


ALMAS PERDIDAS




Capítulo 3: El Charro Negro




Esa noche la de la aparición fantasmagórica yo acababa de apagar la radio, no quise levantarme de la cama, y sólo jalé la mano para desenchufar el cable. Misifú me hacia compañía, se encontraba cerca de mis pies. El cuarto estaba muy oscuro, pero no me molestó, pues necesitaba descansar de mis ojos por tanta lectura diaria.

Estiré mis piernas a lo largo de la cama, cerré mis ojos y ya estaba preparada para domir cuando comenzó a escucharse mucho viento. El viento tenía un sonido espeluznante, y yo que acababa de escuchar relatos de terror de la gente que hacía llamadas al programa de radio de La Mano Peluda, sentí un escalofrío tremendo. Ese miedo se lo transmití a Misi, pues de estar al borde de la cama, se acurrucó muy cerca mío.


Las ventanas y los vitrales de la casa eran sacudidos por el viento. Mis papás y hermanos estaban ya dormidos. Me mantuve alerta, con los ojos bien abiertos. El viento tenía voz propia, creí que también silbaba. Y de pronto se escuchó un tronido muy fuerte en la planta baja. Yo agarré las sabanas y me tapé la cabeza, como si las sábanas fueran a defenderme. Temblé bajo de ellas. De pronto, se escuchó el rechinido de mi puerta, alguien la había abierto. El corazón me palpitaba a mil por hora. Tuve la esperanza de que fuera mi madre, la que la había abierto. Pero para mi sorpresa no era ella.


La puerta de mi cuarto se abrió completamente. Supuse que fue por el viento. Alcé mis ojos hacia el pasillo que daba a los demás cuartos. Me levanté de la cama y por unos minutos me pare detrás de mi puerta abierta. Y fue al final del corredor que vislumbré una silueta negra, medía como dos metros, y vi una especia de sombrero, un sombrero de charro. Quise gritar, pero no pude emanar grito alguno. Misi estaba a un lado mío y comenzó a 'esponjarse' a ponerse en guardia. Pero esa silueta estaba parada afuera del cuarto de Eddy y traspasó la puerta. En ese momento corrí a mi cama, Misi también corrió. Y de nuevo bajo las sábanas pedí a Dios que me protegiera, que protegiera a mis padres y a mis hermanos, pues eso que yo había visto, no era de este mundo.


No supe a qué hora me dormí, o si acabé rendida de tanto orar. Mi mamá se encontraba en la cocina, y le pregunté qué por qué no se había despertado con el ruidazo de anoche, con tanto viento. Ella me lanzó una mirada de confusión.


   —¿Cuál viento Elisa?—me dijo mi madre—Yo no escuché nada.

 
   —Mamá, pero estaba fuertísimo el viento, ¿por qué no lo escuchaste?

   —Hija, pues ¿a qué hora fue eso?

   —Pasadas las 00:00 horas

   —Tú papá y yo nos dormimos temprano.

   —Bueno mamá, eso no es tan importante, lo que te quiero platicar es muy serio. Pero tienes que creerme.

   —¿Qué pasó? Dime ya—mi mamá ya muy preocupada por mi semblante y el tono de mi voz.


   —Mamá, anoche después de escuchar la radio, se escuchó mucho viento, no entiendo por qué no lo escuchaste. Pero vi 'algo' en el pasillo.

  —¿A qué te refieres con algo hija?


  —No sé como describirlo, era algo muy alto, con ropa negra, con sombrero de charro, era un charro negro.

  —Necesitas dormir bien y no desvelarte tanto como acostumbras -me dijo mi madre.

  —Pero mamá, créeme, en verdad te digo, que anoche vi algo raro al final del pasillo. No era papá, tampoco era Eddy, ellos no son tan altos ni delgados. Aparte, ese 'algo' traía sombrero. Era algo, muy alto y delgado... te estoy hablando que ya era madrugada.

  —Por eso mismo hija, quiero que ya no te desveles, ni te duermas a esas horas. Ni que andes escuchando tanta historia de terror, eso te está afectando, tanto que ahora dices ver cosas raras.

  —Pero... — poniendo gestos de fastidio— Está bien, lo haré.

 


Lo que vi aquella noche me intrigó, también sintí correr el miedo por todo mi cuerpo, como algo que electriza la piel. Era la primera vez que tenía esa sensación, jamás me había pasado algo similar. No sólo yo lo había visto, pero Misi obviamente no podía afirmar mi visión. Misifú era testigo mudo.


La siguiente noche fue cansada, quise dormir temprano, pero sólo pensar en el suceso vivido la noche anterior estuve en vela. ¿Qué era aquello? ¿Era un ser del más allá? ¿Por qué sólo me había ocurrido a mí? ¿Me habría pasado por ser fiel seguidora de La Mano Peluda? ¿Era una broma del destino?.


A las 10 de la noche, ya estaba en mi cama, junto a mí también estaba Misi. Escuchábamos de nuevo los relatos de terror; la voz de Juan Ramón Sáenz ya era conocida para nosotras, ya nos resultaba familiar.


Para sorpresa mía, un radioescucha había hablado a la estación de radio para narrar una historia de terror, una experiencia sobre un charro negro. A Miguel Ángel Barajas le había pasado lo mismo en Veracruz, cuando el tenía 14 años, en el municipio de Coscomatepec.


A Miguel Ángel se le había aparecido una noche por la sierra, una entidad de dos metros, en un caballo. En el pueblo hablaban del Charro Negro, que era ni más ni menos que el Diablo en persona.





(Continuará...)




2 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Es muy típico de una madre (y de un padre) creer que escuchar historias de terror, hace soñar con esas historias. O que una visión inquieteante sólo se debe a eso. No es así.
Si fuera así me la pasaría viendo, antes de dormir, peliculas con vampiras peligrosas pero bellas.
Muy bien contado, tan verosimil, como si hubiera pasado realmente eso de la aparición.

yessykan dijo...

Estupendo y terrorífico relato. Jamás había leído uno de esta temática.
Si me hubiese pasado a mí jamás regresaría a mi habitación.
Saludes

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